Política Pop: de Bellacos y perros devorados
Desde las antípodas por José Ojeda Bustamante / @ojedapepe
La contrarréplica del moderador, David Muir, no de la candidata, hizo que en un instante el rostro de Donald Trump se desencajara. Se le notó enrojecido, un poco irritado. Y es que, en el primer debate presidencial frente a Kamala Harris, Trump vertió una noticia irreal que, de lleno, cual bala de plata, se volvió viral y aún hoy sigue vigente.
Trump afirmó que inmigrantes haitianos en Springfield, Ohio, estaban secuestrando a las mascotas de sus vecinos para comérselas, en concreto, a los perros: “They are eating the dogs”, se le escuchó decir. Por supuesto, se trataba de una noticia falsa. En las primeras horas, el equipo de Kamala Harris aprovechó la afirmación para resaltar la ignorancia de Trump; sin embargo, las redes sociales no tardaron en hacer acto de aparición y, en un par de horas, después días, el tema se volvió una avalancha de parodias. Estas pusieron en todos lados, a través de canciones y retos virales, la famosa frase de Trump: “They are eating the dogs”.
La comicidad de la red suavizó la gravedad de la afirmación, y poca o nula condena se vertió sobre el candidato. Paradójicamente, el tema de la migración, el verdadero caballo de Troya en esta viralización está nuevamente en la agenda pública y es reiteradamente utilizado por Donald Trump. ¿O acaso se recuerda algo más de dicho debate? ¿Son estos signos de una política del instante?
Volvamos a México. ¿El lugar? El Senado de la República, donde las entidades federativas se ven representadas por sus senadores. «Senador» es una palabra que en latín hace referencia a viejo, anciano o sabio, es decir, un lugar donde los sabios discuten el futuro de la Nación. No fue el caso, sin embargo, del suceso que a continuación se relata.
En medio de una de las discusiones más importantes que ha atestiguado nuestro país en torno al futuro de uno de sus poderes, el Judicial, una senadora, Lily Téllez, visiblemente molesta, se dirigió a Gerardo Fernández Noroña, presidente de la Mesa Directiva del Senado, y le dijo de manera despectiva: “Diga mi nombre correctamente, bellaco Fernández ‘Llorona’, diga mi nombre bien, diga mi nombre correctamente, diga mi nombre correctamente”.
Poco después, y una vez aprobada la reforma en el Senado, la discusión más relevante en los días posteriores no giró en torno a las consecuencias de dicha reforma ni a la celeridad con que fue aprobada en los congresos locales, sino sobre la tendencia #Bellaco. Este adjetivo, por si no lo conoce, hace referencia a alguien pícaro, ruin, pero también astuto. Entre el gran público, y a través de memes, TikToks y demás, se ironizó sobre la crispada relación entre estos dos senadores, relación que data de hace tiempo. Algunas de las piezas eran de muy buena manufactura, aunque otras rayaban en lo machista. Olfateando el momento, el señalamiento de la senadora fue capitalizado por Gerardo Fernández Noroña, quien goza de una considerable presencia en redes sociales y ahora ha utilizado este episodio para aumentar su visibilidad en las mismas.
¿Y la discusión sobre la Reforma Judicial?, bien gracias.
Estos dos ejemplos sirven para señalar algo relevante. En ciertos casos, algunos asuntos políticos se vuelven virales, lo cual podría parecer positivo. Sin embargo, lo viral tiene una característica: la inmediatez y la fugacidad. Esto requiere un complemento necesario: la reflexión y verificación que constate su utilidad o validez.
Lo viral debería, en su mejor expresión, abonar a la discusión o al conocimiento informado, pero no siempre es así.
Este fenómeno, que algunos denominan «política pop», es la antítesis de la política misma, ya que atiende o apela a emociones fugaces, informativas en el mejor de los casos, pero que juegan con la esencia de la política. La política implica la existencia de conflicto entre partes, pero también la búsqueda de consensos mínimos sobre la cosa pública.
En la política pop, o la política del instante, esto es imposible, ya que solo se deja un destello del problema y se cree, o se siente, que uno está informado, cuando en realidad la política real requiere tiempo, reflexión, diálogo y acción.
La política pop, o política del instante, es peligrosa para la democracia, pero lamentablemente su uso se acelera vertiginosamente. No será este el último encuentro entre Noroña y Lilly Téllez, ya que ambos saben lo redituable que es para su causa utilizar este terreno a su favor. Lo que no saben es que lo que les resulta útil a ellos, puede no ser necesariamente útil para la vida pública.
Ya lo veremos mexicanos y mexicanas al grito guerra, desde las antípodas seguiremos las pistas a los pilotos de política, muchos aún despistados de lo que fue y representa la reforma judicial en México.